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EXISTENCIALISMO y DASEIN, Una opciòn para nuestro libre abedrìo.

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chenter
view post Posted on 6/8/2009, 02:42




Aproximación al pensamiento de Heidegger
www.mercaba.org/Filosofia/heidegger/HEIDEGER_01.htm

Del libro: RAFAEL GAMBRA, Historia sencilla de la Filosofía
21ª edición, Rialp, Madrid 1996, pp. 227-229.


EXISTENCIALISMO

El concepto de existencialismo puede entenderse de modos diferentes, según la mayor o menor amplitud con que se lo tome. En un sentido amplísimo, es existencialista toda filosofía que admita y reconozca la existencia como algo diferente de la esencia. En este sentido la filosofía antigua y la escolástica son existencialistas, y deja sólo de serlo la filosofía del racionalismo y del idealismo.

En un sentido más concreto, Se dice existencialista al pensamiento que encuentra su punto de partida y su motivo inspirador en esa percepción de la existencia como algo dado, misterioso e irreductible a la esencia. Se advierte en él una intención negativa respecto del frío esencialismo de los sistemas racionalistas. En este sentido, toda, o casi toda, la filosofía de nuestros días es existencialista, pero a muchos de los sistemas actuales la existencia les sirve sólo de punto de partida para buscar después una trascendencia (un ir más allá), sea en el terreno religioso o en el metafísico. Tal es el caso de Jaspers, de Berdiaeff, de Marcel..., tal era el del propio Kierkegaard.

Pero puede entenderse en un tercer sentido, más estricto, el existencialismo: el de aquellos sistemas filosóficos para los que la existencia [humana] no es sólo el punto de partida y el motivo inspirador, sino el campo en que se moverán siempre, sin trascenderlo o salir de él en ningún momento. Tal es el caso del filósofo alemán Martín Heidegger y de varios franceses (Sartre, Camus, etc.), que se consideran como lo más característicamente existencialista y el producto típico de su época. Uno y otros (el alemán y los franceses) representan las dos caras de una filosofía que afirma sólo lo concreto y existente, la existencia sin trascendencia.

HEIDEGGER (1889-1976)

opina que la primera misión de toda filosofía es aclarar «el sentido del ser», lo que significa «ser». Kant partía para su sistema de un análisis de la ciencia, de la posibilidad de los juicios en la ciencia. Pero Heidegger encuentra que la ciencia es un hacer del hombre, es decir, algo que tiene el modo de ser del hombre que la hace. Más aún, según Heidegger, ya desde Platón el hombre occidental no se somete al ser, sino que somete el ser a sí mismo y lo reduce a representaciones hasta hacer del mundo imagen. Así, el hombre postplatónico occidental dice que conoce cuando posee «e-videncia», es decir, visión, retrato, «eidos». Esto constituye, según él, un descarrío intelectual. El hombre preplatónico conocía en cuanto estaba atento al ser (especie de unión intuitiva o mística), y el hombre medieval cristiano conocía en cuanto que era y se sentía criatura. Ni uno ni otro, según Heidegger, redujeron el ser a la condición de objeto convocado a la presencia del hombre.

La realidad primaria, donde el ser se capta con su sentido original, es lo que Heidegger llama el «Dasein». «Dasein» es una palabra alemana que, por difícilmente traducible, se suele transcribir en todos los idiomas. Significa «ser-ahí», y, en definitiva, se refiere al hombre como «arrojado a la existencia», ser que existe en el mundo y actúa sobre las cosas, que tienen, ante todo, el sentido de instrumentos del Dasein. La filosofía, según Heidegger, no puede ser más que una analítica e interpretación del Dasein.
No es posible trascenderlo hacia un mundo ideal o religioso porque todo género de ideas o de cosas se halla implicado, inserto, en él mismo.


Este análisis del Dasein descubre, ante todo, la contingencia de su ser. El Dasein aparece inexplicablemente en la realidad, sobrenada durante su vida en el poder-no-ser, esto es, suspendido sobre la nada, y, entre sus muchas y fortuitas posibilidades, sólo una es necesaria: el morir. El Dasein es un «ser para la muerte» (Sein zum Tode).

Dentro de esta estructura fundamental en la que, según este análisis existencial, se mueve el Dasein, se registran dos modos opuestos de actuar, de enfrentarse con la realidad: la que Heidegger llama «existencia inauténtica» y la «existencia auténtica». La primera -la inauténtica- es un entretenerse con las cosas, un entregarse a la trivialidad de las relaciones sociales o de los placeres estéticos, un olvidar la profunda tragedia de la existencia. La auténtica, en cambio, es un abrazarse con la angustia, un vivir consciente de la tragicidad del existir, una presencia constante del destino último de la existencia: la nada, a través de la muerte.

El existencialismo heideggeriano tiene una doble significación en la historia del pensamiento:

-por una parte constituye un reconocimiento del fracaso final de la concepción racionalista e idealista, es decir, el descubrimiento de la contingencia y la finitud en el ser que nos es más directa e inmediatamente conocido: el Dasein.

-Pero de otra, responde al postulado general de la filosofía moderna, que

exige al hombre bastarse a sí mismo, no apoyarse en un mundo de realidades superiores, en un orden sobrenatural

En resumen, esta filosofía concluye: «efectivamente, el hombre no es el absoluto esencial y centro de la realidad que creyó el racionalismo, pero, aun contingente y limitado, es lo único que existe, y tras de él nada hay».

La analítica del Dasein conduce a una situación de inexplicabilidad y de desesperación: la realidad es, simplemente, el hombre finito lanzado a una existencia incierta y sin sentido, sosteniéndose sobre la nada, y abocado fatalmente a la muerte. Existe para cada hombre, sin embargo, una posible salvación: aceptar la propia situación, dar un enérgico sí a los hechos y autoafirmarse por la acción y por la lucha.

Puede reconocerse una influencia de esta filosofía en la actitud de la juventud alemana en las filas del nacionalsocialismo durante la última guerra mundial. Actitud desengañada, escéptica, respecto a valores universales, pero que, por un enérgico voluntarismo, afirma y deifica su propia existencia colectiva -la raza y el Estado germánico, y se entrega desesperadamente a una lucha de la que esperaba ver surgir su propio ser y el sentido de su vida.

He dicho que este existencialismo alemán constituye sólo una de las dos caras del existencialismo. Es la aceptación de la contingencia y de la finitud, y su superación por un vivir en presencia de la muerte: filosofía de tragedia y de desesperación. El reverso, en cambio, tiene algo de irreflexivo y hedonista: el existencialismo interpretado por los filósofos y literatos franceses de la posguerra...

Gentileza de www.arvo.net para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

Para profundizar en el pensamiento de MARTIN HEIDEGGER recomendamos la lectura de “SER Y TIEMPO”.

De José Pablo Feinmann recomendamos consultar sus clases sobre Heidegger, de las que encontramos las siguientes grabaciones:

www.youtube.com/watch?v=xWX1jneb3Kw...ec-HM-fresh+div

www.youtube.com/watch?v=SiNpQWJEV14

www.youtube.com/watch?v=ZlBGImpzurI&feature=related


www.youtube.com/watch?v=4Y49fCx4ZrY&feature=related

www.youtube.com/watch?v=67-FC43QAJE&feature=related

www.youtube.com/watch?v=Kl0A1ySv2go&NR=1

Algunos pàrrafos de http://creacionyrealidad.blogspot.com.ar y de http://es.scribd.com/doc/212706087/Creacio...istencia-y-Dios relacionados con el existencialismo.
( )
El ateísmo supone una existencia que es la formación y transformación- aleatoria o de curso forzoso- de sistemas materiales sin diseño inteligente absoluto. No propone otra explicación al porqué surgiría la inteligencia que busca su propia razón de ser como tal existencia.
( )
Si - como abstracción - separamos existencia del ser Dios; como la existencia es la “realización” de la imposibilidad de la nada absoluta, encontramos que esa existencia, también como fundamento desde la eternidad es Dios mismo.
( )
Así como en el amor de Dios tenemos el soporte sobrenatural de nuestra existencia, nuestra conciencia de libre albedrío es posible en el medio coherente que Dios nos da a percibir como tiempo y espacio.
Hasta la Bienaventuranza, con nuestra divinización por el Espíritu Santo, cumpliéndose
el proyecto de Dios al hacernos eternamente de su especie.
( )
Existencia-y-Dios, es una exposición sobre las limitaciones de las ciencias y aun de la metafísica, refiriendo su falta de completitud, que impiden comprender -a quienes rechazan la fe- que lo verdadero puede parecer indemostrable, en las circunstancias necesarias, según el plan de Dios.
( ) Si definimos cosa a lo que existe (cada ente, aquello que tiene ser o la mera posibilidad lógica) o que puede concebirse como existente, podemos significar con el término existencia “que la cosa es”, con ser “lo que hace que la cosa sea lo que es”, con esencia “lo que la cosa es”.
( )
La esencia es la inteligibilidad de la existencia. Nuestra esencia-lo que somos existiendo-es por recibir el ser.
( )
Así como no dudamos de nuestra existencia, sabemos que ejercemos una libertad posible para elegir sobre nuestros deseos y tomar decisiones. Podemos resolver sobre nuestras cuestiones morales y materiales. Pero nuestra elección no asegura una consecuente realización.
( )
Transcribimos algunos párrafos (en negrita) de un texto de Michel Sauval con lectura y comentarios de "Le principe de raison" de Martin Heidegger (1889-1976):
“El principio de razón suficiente se enuncia tradicionalmente como ‘nada es (o acontece) sin que haya una razón para que sea (o acontezca), o sin que haya una razón que explique que sea (o que acontezca)’ .
‘Nihil est sine ratione’, ‘nada es sin razón’. El principio tiene otra formulación: ‘omne ens habet rationem’, ‘todo lo que es tiene una razón’. Pero con una implicación lógica de necesariedad: ‘todo ente tiene, necesariamente, una razón’. De lo que trata el principio de razón suficiente es del fundamento, por lo que, implícitamente, funciona como el principio primero o fundamental. Las formulaciones que Leibniz ha dado del principio de razón son varias. Una de ellas queda emparentada con la cuestión de la causa: ‘nada es sin razón o ningún efecto es sin causa’. Y no obstante ser más o menos obvio que razón y consecuencia no son lo mismo que causa y efecto, no se ha cuestionado demasiado esta asociación que ha hecho Leibniz.”
La etimología del término razón y la obra de Leibniz nos hacen ver que la asociación lógica que establece, también significa que “no hay relación de efecto-causa sin razón o fundamento”.
“El principio de razón se aplica entonces a todo lo que ‘es’. Es un principio que atañe a la cuestión del ser.
El alcance del principio de razón es total. Para Leibniz ‘hay en la naturaleza (Natura) una razón por la cual algo existe antes que nada’, y esa razón debe estar en algún ente real o en su causa. Por lo tanto una causa primera debe existir, a la que se llamará Dios. De este modo, el ente en la totalidad de su ser, hasta la prima causa, está regido por el principio de razón.


“En un comentario que Leibniz hace de su visita a Spinoza en 1676, hablando del principio de razón, dice que el mismo se enuncia como que "nada existe sin que una razón suficiente de existencia pueda ser brindada".
Cuando existe suficiente razón para su existencia, las cosas o los acontecimientos son reales. Esto es válido como razón-“sobre-naturaleza”- y consecuencia. Conceptualmente no corresponde necesariamente a cada relación espacio-temporal- en cuanto a las alternativas naturales que compiten como causas y efectos- aunque estas se dan en un proceso que existe por razón o fundamento divino.
El principio de razón suficiente queda falseado si únicamente se emplea en la explicación de fenómenos. El concepto de existencia es incierto si se lo refiere exclusivamente a la materia. Si bien, ser y razón o fundamento son la misma cosa e inseparables, no son intercambiables. Son unidad absolutamente necesaria. Pero si como abstracción separamos existencia del ser Dios; como la existencia es la “realización” de la imposibilidad de la nada absoluta, encontramos que esa existencia, también como fundamento desde la eternidad es Dios mismo.


( )
¿Cómo es que hay algo en vez de nada? (Leibniz, Schelling y Heidegger). ¿Qué pasa cuando percibimos algo?
( )
¿Cómo es que hay “alguien” en vez de “nadie”? (Hannah Arendt). ( ) Debemos a Descartes su memorable conclusión acerca de la duda. Todos sabemos (cada uno de “nosotros”) que existimos, pese a la falta de sentido que se puede suponer en la vida y a todas las dudas esenciales. Leibniz, Schelling y Heidegger agregan a la cuestión: ¿por qué hay algo en lugar de nada? Y Hannah Arendt, en “The Promise of politics”, pregunta: ¿por qué hay alguien en lugar de nadie? (Revista de Occidente, trad. J. A. Gerrero, cit. en “La Nación”).
( )
La misma ciencia moderna impone su límite negándose a encarar el estudio de causas que defina como metafísicas. Establece sus objetivos en el mundo natural. Pero sorprende que muchos filósofos pretendan poner también fuera de la filosofía (en el sentido de invalidar la metafísica) el estudio de las primeras causas y del ser en sus raíces sobrenaturales. Negarse a considerar la posibilidad de que pueden existir otras razones de causa u origen, además de las que percibimos en el mundo sensible, es imponer una seria limitación a nuestros procesos lógicos, cognitivos, afectivos y morales. Así la filosofía pasaría a ser ciencia fisiológica, social, histórica y política, ante el hecho consumado de la existencia de vida temporal con supuesta inmanencia absoluta. A los cristianos nos resulta inaceptable entender la existencia vital como un impulso universal de la materia o que luche contra la materia; el impulso irracional que algunos filósofos denominan voluntad. No creemos en una vida sin ningún sentido o finalidad trascendente. Por cierto Bergson (1859-1941) advierte en el impulso de la existencia la presencia divina, mientras que Schopenhauer (1788-1860) y Nietzsche consideran a la vida una manifestación al servicio de la/perpetuación/de/una/fuerza/cósmica. ( )
Según Nietzche (1844-1900) la tradición metafísica occidental es fruto de una reacción nihilista contra/la vida, que/la/pone en/función/de/falsos/valores/suprasensibles o idealistas. El cuestionamiento filosófico y científico de la sobrenaturaleza cierra a muchos el camino para la comprensión del cristianismo. Sin olvidar que son numerosos los científicos y filósofos que creen en la existencia de Dios, el criterio cientificista de muchos es aceptar que hay fuerzas naturales impersonales y/o aleatorias dando origen a la vida. Esta aceptación- a falta de la del diseño y determinación inteligentes- al reconocer a la aleatoriedad como origen de la vida, le otorga posibilidad o función creacionista a una condición eventualmente supranatural. Cuando menos, quienes no creen en la existencia de Dios, estarían confrontando el improbable origen natural forzoso de la vida con su origen/azaroso. Lejos de la metodología científica, identificar al azar con una fuerza natural, sería aceptar en una infinitud fundamental, la existencia real de todo ente de imaginación. El hecho es que el azar, para la dialéctica atea, es la forma en que se presenta la necesidad donde casualidad y causalidad se dan la mano y viven juntas en leyes determinantes del azar, cuya expresión sería el resumen de la multiplicidad de posibilidades de un determinado fenómeno. Hay distintas expresiones de metafísica atea y materialista. Al referirnos a este ateísmo lo diferenciamos esencialmente del ateísmo grosero de personas simplemente ignorantes o egoístas sin interés para indagar la verdad o preocupadas exclusivamente por la satisfacción de sus necesidades y deseos primarios. Aunque el término ateo se utilizó durante milenios como adjetivo descalificatorio o para señalar una carencia espiritual, hoy se entiende que el ateísmo tiene versiones racionalmente elaboradas y que intentan mejorar el conocimiento de la realidad. El materialismo deja de ser ateo cuando se trata de una creencia panteísta donde la materia es Dios mismo o está indisolublemente unida a Su pensamiento o espíritu. Así como se profesa un budismo teísta y otro deísta, también hay un budismo ateo con propósitos de perfección existencial del ser humano individual para lograr su regreso a la supuesta armonía con sentido propio y universal. Se conciben materialismos ateos deterministas y variantes donde el ejercicio de la libertad es posible. La metafísica budista, la estoica y la atea no se identifican con la ciencia, sin embargo la ciencia incursiona- sin un reconocimiento expreso- en la metafísica, mientras que ciertas ideologías materialistas ateas tienen características cientificistas. Una hipótesis metafísica sobre la existencia y el origen del universo propone que el universo surgió a partir de una condición especial sin tiempo y espacio; en una variante, desde una enorme condensación de energía y en otra a partir de un vacío cuántico. Esta condición especial a su vez provendría de uno de los ciclos de sucesivas organizaciones y extinciones universales. El caso es que un vacío cuántico provocado por la expansión o la desaparición del universo, no sería equivalente a una nada absoluta sino un estadio de fluctuaciones con probabilidad de transformarse en partículas materiales. Análogamente, desde una descomunal condensación de energía, tendría que producirse el inicio del surgimiento o una nueva organización del universo como esta fuera. Respecto al vacío cuántico considerado como probabilidades para el comienzo de otro ciclo, corresponde recordar que un vacío cuántico se produce en un medio energético. No existiría como absoluto. ( )
Es decir que no aparece como científicamente válido el concepto de nada absoluta - previo al nacimiento del universo- para negar una causa anterior o exterior. Tiene que existir una condición previa para el surgimiento o resurgimiento del único o cada universo. Entendemos que esa condición es de carácter eterno o sobrenatural. Se trate de un universo único con un sinnúmero de historias o de la formación cíclica de universos, se induce que tuvo que haber primeros acontecimientos o un primer ciclo y que- aun tratándose de una sucesión infinita de historias o ciclos desde una infinitud real- su origen está en la eternidad que respecto al tiempo y espacio es sobrenatural. No es contrario a la Revelación suponer que Dios infinito crea infinitamente “desde siempre”. También la ética sin Dios es principalmente una concepción metafísica materialista. La ética en la ideología atea es una concepción metafísica materialista (estoicos, cierto budismo) o del inmanentismo humanista.
Tanto las convicciones eticistas sobre una moral que sería producto únicamente de la actividad humana, como las que plantean que la ética es un valor material o producto de la materia, no son sustentables con ninguna metodología científica. El determinismo biológico no logra definir la posibilidad del libre albedrío. Es que si nuestros procesos mentales estuvieran determinados por causas neurobiológicas (de naturaleza exclusivamente material) no seríamos libres para decidir moralmente. “John Searle, en ‘La mente’ (Ed. Norma 2007), no acepta como solución el compatibilismo (David Hume, Thomas Hobbes, John Stuart Mills) que postula que un acto libre tiene causas pero que éstas provienen de las convicciones y procesos racionales de las personas. Searle prefiere permanecer en la incomodidad de no poder explicarlo (precisamente en la elección ética) como resultado (menos aún de mecanismos simples) de la actividad cerebral. Searle considera que el cerebro es causa de la mente pero que no se identifica ontológicamente con ésta. Por su parte Daniel Dennet en’Dulces sueños’ (Ed. Katz 2007) afirma que ‘no hay nada sobrenatural en la conciencia y que la clave está en el funcionamiento del cerebro, escenario donde la materia se vuelve ideas y sentimientos’ (Ana María Vara en ‘De qué manera pensamos’, para La Nación de julio 15 de 2007 y en ‘Sobre la experiencia subjetiva’ de marzo 22 de 2007).” Las afirmaciones de Dennet negando la existencia de cuerpo y alma, de carne y espíritu que diferencien la materia de inteligencia, sentimientos, libre albedrío y ética, nos hacen percibir en estos últimos una realidad donde la materia con sus cuantos, partículas, átomos y moléculas más complejas (aun el ADN de organismos vivos o muertos) no ofrece razón suficiente para ser esa realidad. Martín Heidegger (1889-1976) repregunta ¿por qué los entes y no la nada? Busca el fundamento oculto tras la manifestación de las cosas. Procura encontrar en el hombre el sentido- que no disocia del universo- como «su ser ahí, en el tiempo, su ser o estar en el mundo» (El ser y el tiempo, 1927). Por tanto para Heidegger la pregunta por el sentido del ser es del hombre- en cuanto ente temporal- que pregunta el ser desde su ser. Sin embargo, esta interrogación sigue siendo metafísica sobre el ser recibido, y finalmente nos refiere- como fundamento existencial- al Ser que es por si mismo. Y a Su eternidad que sustenta la perdurabilidad de nuestra existencia luego del tiempo. “En Heidegger, el intento de dar respuesta a la pregunta por el ser queda aniquilado en el horizonte de la temporalidad (Lluís Pifarré en arvo.net para la Biblioteca Católica Digital).” Hay ateos que separan el sentido de la vida del que pueda tener el universo. Dejan al universo privado de sentido al definir que sólo el hombre puede otorgarlo. Ahora bien, en un universo sin sentido propio el ser humano ya no puede ser exclusivamente “manifestación” de la materia. Es más que esto, o es otra cosa. ( )
Las ideologías materialistas ateas no logran dar una respuesta lógica a la pregunta por el sentido. Sus variantes existencialistas niegan todo sentido o finalidad. Negar la sobrenaturaleza es negar el fundamento. Significa resignarse al misterio ante la condición moral del ser humano y su destino. A no comprender las exigencias que Karl Jaspers (1883-1969) llama “éticas eternas” y define como esencia del hombre. Aquellas que para la filosofía cristiana, le permiten superar sus paradojas en el comportamiento temporal y alcanzar su verdadera finalidad. El cristianismo es la Verdad frente al nihilismo y a una ética de la desesperanza. La feliz expresión ‘éticas eternas’ de Jaspers nos recuerda que la ética como las matemáticas, también es racional (ya que no experimental) con juicios a priori. Con verdades eternas como que con medios malvados no podemos lograr fines buenos. Leibniz las define como verdades de razón o a priori. Las verdades de razón (al contrario de las de hecho o contingentes) no pueden ser de otra manera. Son verdades necesarias. “Kant dice que ‘se ve claramente que todos los conceptos morales tienen su asiento y origen completamente a priori en la razón’. En su teoría moral son olvidadas las salvaguardas que el propio Kant impone a la razón en la ‘Crítica de la Razón Pura’. Desorientado por el accionar aparentemente irracional del hombre en la historia, prescribe intentar descubrir ‘un propósito racional en la naturaleza debajo del curso sin sentido de los eventos humanos’ (Armando P. Ribas en ‘Los fundamentos de la intolerancia’, La Nación, 9/5/04)”. En ‘Crítica de la Razón Pura’ “( ) Kant extrae las consecuencias inevitables que la aparición de las nuevas ciencias de la naturaleza, en especial la física de Newton, trae para la filosofía. Ésta ya no puede pretender poseer un acceso puramente racional al conocimiento de la naturaleza a partir de principios a priori, sino que debe establecer sus propios límites, que serán los de la experiencia ( )”. Osvaldo Guariglia en ‘El futuro de la filosofía’, La Nación 2005.” El hombre no construye la moral sino que puede aplicar su libre albedrío para la aceptación de verdades eternas. Tiene preocupación moral. El hombre tiene ser moral y además de la fe por la Revelación, la ética recibida lo acerca –por la razón- a buscar y encontrar a Dios. Tiene libertad para elegir con amor por sobre la naturaleza individualista de la vida temporal. Nace libre para intentar la superación de condicionamientos naturales porque su creación tiene finalidad sobrenatural. Los sistemas filosóficos, las religiones, las ideologías y las ciencias coinciden en ocuparse de la existencia, la ética y la salvación del ser humano. Hay una filosofía cristiana porque la razón y nuestra fe no son antagónicas. Para la salvación temporal y eterna necesitamos desde que nacemos hasta que morimos cumplir con exigencias éticas. Así la ética trasciende la vida temporal y la naturaleza. En el Evangelio la caridad es dogma. El Amor es fundamento y finalidad. “La vida ética no se construye sólo con la razón. En todos los seres humanos hay un sinfín de factores que intervienen en cada decisión. Si negamos a Dios, el hombre debería limitarse a reconocer que es un animal más o menos complejo, orientado a vivir según sus caprichos y según la ley del más fuerte. Es decir, la negación de Dios implica la negación de la ética, si es que no caemos en la idea de llamar “ética” a la renuncia de cualquier norma absoluta y a la opción por vivir según lo que cada circunstancia nos indique o lo que nos pida el capricho del momento. Ha habido quienes han pensado que la ética debería quedar reducida a describir lo que “se hace”, lo que decide una sociedad en un momento determinado de su historia, lo que imponen los grupos de poder o las modas. Pero las normas morales no se explican sin descubrir ese orden profundo que penetra toda la realidad y que brilla de un modo muy especial en el ser humano, con su espiritualidad y su vocación a una vida más allá de la vida presente. Nuestra fe nos permite conocer lo que Dios quiere del hombre y lo que nos lleva a nuestra plenitud en el tiempo y en la eternidad (para catholic.net escribe el Padre Fernando Pascual, L.C.).” ( )
También hacen metafísica las filosofías de la historia (Hegel) que intentan dar un significado al proceso histórico. Es evidente que a los acontecimientos transcurridos les podemos otorgar retrospectivamente significado, pero es indemostrable científicamente que la historia tenga un significado que la preexista. Sin embargo, esta es una condición fundamental en algunas de las más difundidas ideologías ateas. Sus seguidores las califican de científicas. Así apareció el materialismo histórico (Kart Marx, Friedrich Engels) en el que se formulan detalladas predicciones sobre transformaciones sociales y económicas. Este determinista materialismo histórico, es acompañado ideológicamente por un materialismo ateo, que asombra definiendo- como un valor inherente al primero- al humano ejercicio de la libertad. La metafísica atea encuentra un problema lógico al argumentar sobre un materialismo de por sí determinista, pues los hechos desde siempre tendrían que ser como finalmente fueron o son, al haber un único devenir material. Esto aparece contrario a convicciones ateas sobre el curso errático de los hechos (obviamente no aceptan distinguir materiales de espirituales) y a la ausencia de causas finales aun en las teorías evolucionistas a las que el ateísmo adhiere. Algunos matemáticos alcanzaron celebridad junto a sus ideologías ateas, por tanto es conveniente señalar que asimismo son metafísicas las operaciones y relaciones o realidades matemáticas inmateriales y carentes de interpretación sensible.
El ateísmo genérico motiva esta interrogación:
Para quienes niegan o ponen en duda la existencia de Dios y/o argumentan la imposibilidad de su existencia, ¿no ‘tendría que haber sido’ imposible la existencia del ser humano? Los argumentos que se emplean para explicar la imposibilidad de existencia de Dios (hay quienes insisten con ¿y quién creó a Dios o qué le dio origen?), son análogos a los que se podrían emplear para ‘negar’ la posibilidad de existencia del hombre.

Hacemos un comentario sobre el libro de Luc Ferry ‘Aprender a Vivir. Filosofía para mentes jóvenes’, Taurus- Santillana, 2007.
“Férry quiere ir a una reflexión de humanismo no metafísico, postnitzcheano.
Piensa que continuamos teniendo relación con la trascendencia, una relación postnitzcheana, postmetafísica, que escapa a la deconstrucción, de la cual podemos hacer la economía y que toda la tarea de la filosofía actual es pensarla adecuadamente.
Un nuevo humanismo, o el humanismo del hombre-dios.
Para Férry, la secularización o humanización de lo divino, es el corte que se hará en
todas las dimensiones de la vida humana con todas las fuentes religiosas; es característico del siglo XVIII y de los siglos siguientes.
Conservamos los sentimientos de trascendencia incluso después de los movimientos de deconstrucción.
Afirma que hoy, muchos hombres y mujeres están dispuestos a dar su vida por otros, sobre todo por los seres amados. “Por nuestros hijos, por los que más amamos, estoy seguro que la mayoría estaría dispuesto a arriesgar su vida e incluso a darla. Y por otros seres humanos”.
Piensa entonces que ahí existen valores trascendentes, aunque no lo sepamos y nos creamos materialistas.
( )
El concepto es el de trascendencia en la inmanencia, que es un concepto que Férry toma de la tradición de Kant.
Hay tres concepciones de la trascendencia en la historia de la filosofía:
- En la filosofía antigua de los sabios griegos, la trascendencia estaba en el cosmos divino; porque es un orden superior a los hombres, que le es dado, el hombre lo descubre, pero no lo engendra. Hay pues un orden que lo trasciende.
-En la filosofía cristiana es la trascendencia de los grandes monoteísmos, en los cuales un Dios exterior al mundo lo ha creado.
-Una tercera trascendencia es la sacralización de los otros, el amor por los otros, lo que Ferry llama trascendencia en la inmanencia. Es una trascendencia que está en nuestro interior y que no nos ha sido impuesta por ninguna institución, ni por la escuela, ni iglesias o ideologías.
“La trascendencia en la inmanencia es algo que no nos ha sido impuesta por ninguna institución, por lo tanto por ningún argumento de autoridad, es algo que descubrimos en nosotros mismos.
El amor por alguien, por nuestros hijos, se anida en nuestro corazón. Y lo percibimos como trascendente; el corazón es el lugar más íntimo, más inmanente, pero esa trascendencia lo hace explotar, el amor sale de uno mismo hacia los otros”.
“Observemos cómo funciona la fenomenología, es decir la descripción de que encontramos en nosotros mismos trascendencia, de que dentro de nosotros hay trascendencia del amor, sentido de la justicia, de la verdad, de la belleza. Se trata de una forma de autorreflexión, de introspección, de conciencia de sí".
La doctrina de la salvación:
Si la reducimos a lo esencial, a lo más duro, es la cuestión del duelo del ser amado.
Recuerda a Epicteto, cuando le dice a sus discípulos que cada vez que abracen a un ser amado, recuerden que puede morir al día siguiente, como una manera de no apegarse y sufrir menos.
Férry dice que hay tres maneras de afrontar la muerte del ser amado.
1) El pensamiento budista y estoico, que plantea el no apego a los seres humanos. En el budismo, nos invitan a dejar la vida familiar, y entrar a la vida monástica. Es la mejor manera de prepararse a la muerte, hay que morir liviano.
Para él, es imposible no apegarse a los seres que ama y tampoco tiene ganas de no amar. El budismo está muy bien, pero no le sirve, porque no puede impedir amar y apegarse a sus seres queridos. Para él sería privarse de lo mejor de la vida.
2) La hipótesis cristiana dice que los estoicos tienen razón, si nos apegamos a la dimensión mortal del ser querido. Pero si nos apegamos a lo que hay de eterno en el otro, como dice San Agustín “amar en Dios”, entonces podrán superar el miedo a la muerte, puesto que se encontrarán con los amados en la vida eterna.
3) Pero si no tenemos fe ¿qué puede decir la filosofía laica? En este sentido, la filosofía es mucho menos prometedora que el cristianismo.
Una filosofía laica puede decirnos que antes de morir más vale tratar esclarecer los conflictos con los seres que amamos, que empujemos lo máximo posible el diálogo con el prójimo, antes de la muerte, porque después será demasiado tarde. Más vale reconciliarnos con nuestros padres, con los que muchas veces estamos distanciados, antes que desaparezcan. Más vale no mentir jamás a los hijos.
Son pequeños ejemplos que muestran que hay una sabiduría del amor laica, en el sentido que todos nosotros seguimos hablando con los muertos, pero de este diálogo tenemos que sacar una consecuencia práctica en la vida, antes de la separación. Una sabiduría que nos haga preguntarnos todos los días, qué debemos hacer con la gente que amamos antes que desaparezcan. Es el tipo de sabiduría que habría que poner en práctica para no tener miedo de su muerte ni de la nuestra, o por lo menos combatir
en lo que sea posible esos miedos (De www.comunidadmujer y Editorial Taurus).”
( )
Luc Ferry procura encontrar nuevo fundamento humanista para una moral atea, superando al materialismo contemporáneo y la deconstrucción nietzscheana de verdades metafísicas, religiosas y del humanismo moderno. Estima que ciertos ideales de ese humanismo metafísico y el basamento de las doctrinas religiosas, se encuentran en proceso de desaparición.
Lo que puede relacionarse de su idea de “trascendencia de la inmanencia” en el ser humano, con la fenomenología de Husserl, es que ideales como el amor, la justicia, la libertad, etc. son universalmente aplicables. Se trata de ideas universalmente lógicas, sin considerarlas platónicas o metafísicas. Ni propias de la naturaleza divina. Desde el ser humano son “trascendencias lógicas”. Hay una trascendencia para la aplicación de valores como- por ejemplo- sucede frecuentemente con los derechos representados con la denominación de “humanos o del hombre”.

Para el caso, es consecuencia de la deducción lógica entender la aplicabilidad de criterios análogos, a diferentes especies o formas de vida. Valores como la solidaridad, la compasión y la libertad, existen sin que deban estar dirigidos con exclusividad a una forma de vida. Ese puede ser un ejemplo de trascendencia lógica en la aplicación de ideales desde el ser humano, pero estos valores nunca dejan de estar fundamentados metafísicamente. Así, es sobrenatural el fundamento ético que justifica dar la propia vida por un amigo, un justo o simplemente por el prójimo. El mismo fundamento que puede sustentar la decisión de 100 individuos para dar voluntariamente sus propias vidas temporales y así salvar la de un único pecador. Es la razón o fundamento del sentimiento puro que permite superar una lógica elemental en la aplicación de normas.
Valores como el amor, la verdad, la justicia y la belleza, nos vienen impuestos desde afuera, son valores que nos llegan desde la realidad que nos trasciende. No son inmanentes a nuestra subjetividad. Esta es una abstracción difícil de asimilar, porque todo ser humano recibe de Dios el conocimiento moral y su libre albedrío para resolver ante opciones éticas. El hombre tiene conocimiento moral aunque no crea en la existencia de Dios ni medite en su posibilidad.

Luc Ferry dice que no puede “impedir que dos más dos sean cuatro y que esta no es una cuestión de gusto ni de elección subjetiva”. ( ) “Y de forma parecida no estoy totalmente convencido de que yo ‘elija’ los valores morales, de que, por ejemplo, decida ser antirracista. La verdad es que no puedo dejar de pensar que la idea de humanidad se me impone a través de las nociones de justicia e injusticia que comporta. Lo que esta apertura hacia el humanismo no metafísico desea asumir es que los valores son trascendentes. Al contrario que el materialismo que pretende explicar todo reduciéndolo sin ir nunca más allá. Y no es una declaración de impotencia, sino de lucidez ante una experiencia incontestable que ningún materialismo ha logrado explicar realmente. Por lo tanto, hay trascendencia. Pero ¿por qué ‘en la inmanencia’? Simplemente porque, desde este punto de vista, no se nos imponen los valores en nombre de argumentos de autoridad, ni se los deduce de ningún tipo de ficción metafísica o teológica. Yo no invento, descubro la verdad en una proposición matemática, tampoco invento la belleza del océano o la legitimidad de los derechos del hombre. Pero es en mí y en ninguna otra parte donde se desvelan. Ya no existe el cielo de las ideas metafísicas, tampoco existe Dios o, al menos, ya no estoy obligado a creer en ellos para poder aceptar la idea de que me encuentro ante unos valores que una y otra vez me superan sin que, sin embargo, adquieran visibilidad en parte alguna que no sea mi propia conciencia.”


( )
“No puedo impedir que dos más dos sean cuatro. ( ) No se nos imponen los valores. ( ) Yo no invento, descubro la verdad en una proposición matemática, tampoco invento ( ) la legitimidad de los derechos del hombre”.

La lógica matemática no es modificable, pero el amor es más fuerte que la lógica en ética.
El fundamento de esta verdad obviamente supera la trascendencia lógica de valores desde el ser humano. El ser humano recibe estos valores desde la sobrenaturaleza que lo trasciende.
El hombre, en el ejercicio de su libre albedrío, puede optar por el amor, o por la ética más lógica y alejada de sentimientos caritativos.
En Dios, lógica y amor se identifican en su plan para nuestra finalidad sobrenatural.


No hay ejecución algorítmica posible en la nada absoluta. Toda existencia está fundamentada en el pensamiento de Dios. Somos a imagen y semejanza de Dios por su amor. Su plan para nuestra creación se ejecuta en su pensamiento. Dice el matemático Paul A. Wagner: “Dios no se hace evidente a los hombres porque debe respetar el libre albedrío humano. Asumiendo que tenemos libre albedrío, Dios es muy cuidadoso en los detalles que revela de Sí mismo. El ser humano debe elegir servir a Dios en libertad. Al revelarse constantemente tal cual es, Dios mismo eliminaría la posibilidad necesaria de que sus criaturas lo elijan solamente por amor. El físico cuántico y clérigo anglicano Sir John Polkinghorne aduce que la física cuántica provee la plasticidad que el universo necesita para que nuestro libre albedrío pueda ser ejercido en todo detalle a medida que se desarrolla la historia del mundo. Solo la mente de Dios que se sacrifica a Sí mismo por sus criaturas puede imaginar una creación con leyes físicas que junto con las morales, quedan unidas en un mundo que permanece bajo el control de Dios pero provee abundante espacio para que sus criaturas puedan obrar el bien y el mal” (Traducido por Ignacio de Argenzola). “Al sostener que no hay ningún absoluto fuera de nosotros, el naturalismo presenta al espacio, tiempo y energía como todo lo que existe. Dado que el naturalismo niega cualquier sobrenaturalismo, lo que la mente humana puede medir es el único patrón para razonar y adquirir conocimiento. No hay ninguna entidad suprafinita que defina el bien y el mal. Tanto nuestros comportamientos están impulsados por nuestros genes, como nuestros valores morales están determinados por la realidad que es. Otras doctrinas nos dicen que no hay tal cosa como el bien o el mal último, porque todo es parte de un gran todo no-diferenciado donde lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, son propios de la unidad del universo. Niegan una de las reglas básicas de la filosofía, que es que dos cosas opuestas no pueden ser ambas verdaderas a la vez. Niegan que existan los absolutos, cosas que son verdaderas todo el tiempo, sostienen que el bien y el mal son relativos. Así el bien y el mal están determinados por las culturas; asesinar al bebé sin nacer, ante idénticas circunstancias, puede estar bien en una persona y mal en otra. /
La razón y la percepción del ser humano son formas de adquirir valores morales, pero fundamentalmente los recibe por la Revelación. Por la Verdad Revelada conocemos lo más importante para nuestra espiritualidad. Por la revelación sabemos lo que Dios quiere que hagamos y seamos. ( )
La revelación en la forma del Señor Jesucristo es la única en que podemos experimentar a "Dios con su piel puesta."(Citan a Sue Bohlin en “The universe next door”, I.V. Press).
Presentamos dos visiones sobre la irracionalidad del mal y el sufrimiento en la realidad natural. La de Albert Camus en obras como “La Peste” y “La Caída”; y la de Pablo Noriega autor de “Razón y Realidad” en Revista Arbil nro.80.
“La teodicea (justificación de Dios respecto al mal en el mundo) es inconcebible para Albert Camus (1913-1960), ya que no puede admitir la racionalidad del mundo en la justificación del sufrimiento humano. Así las enfermedades, la guerra o los desastres naturales, visto como el mal, representan, dentro de la falta de racionalidad en el mundo, la mayor irracionalidad. Se presentan como el mayor de los absurdos ya que alegan, como muchos hechos, la falta de cualquier absoluto. Es precisamente lo irracional del sufrimiento lo que le hace no creer en Dios. Admitido que existe el mal en el mundo, ya que se muestra obviamente, Camus más que realizar una teoría sobre el origen del mismo, ya que no encontraría respuestas, intenta realizar una teoría sobre cómo el hombre debe afrontar ese hecho irremediable que sucede en la naturaleza. Ahora bien, debemos aceptar el mundo como es, pero eso no implica consentir el mal que incluye.
Esta lucha no puede ser individual, sino colectiva, por que es un problema que afecta a todos sin reservas.
Camus ve al mal como plena irracionalidad en la naturaleza, pero ¿qué opinión tiene de la naturaleza humana? A pesar del pesimismo filosófico, que subyace en toda su obra, Camus, sin embargo, siente un gran aprecio por el hombre tal como es conllevando todas sus penurias y amarguras. Toma plena conciencia de la soledad del hombre y de la tragedia de su enfrentamiento con la absurdidad de la naturaleza (Adolfo Monje Justo, Junio de 2004).” Ciertamente, el mundo como única realidad es irracional y el hombre no puede ser - siempre- ese ejemplo de conciencia racionalmente moral que perfila Camus. Lo históricamente probable, no fundamenta la universalización de un comportamiento moral excelso en la realidad natural. La perfección individual puede lograrse en cualquier etapa de la historia. No depende de una evolución histórica. La mayoría de los evolucionistas niegan que la evolución tenga un objetivo definido. Sería algo cercano a reconocer una tendencia sobrenatural. Algunos filósofos llegan a proponer, una conciencia moral pura que podría quedar disociada de toda materia corpórea o fenoménica; y otros hasta una metafísica con atractores morales. Immanuel Kant (1724-1804), reconoce un fundamento que- como motor moral- sería distinto de todos los fundamentos propuestos para la determinación de los sucesos de la naturaleza. Otros refieren a sus modelos éticos ateos, como la consecuencia de atractores irregulares y al azar. Nuestra existencia inteligente y moral no es sólo un complejo fenómeno natural. Es precisamente absurdo imaginarlo aislado de su razón de ser en la existencia supranatural inteligente. En el Amor que- al crearnos- finalmente elimina nuestro sufrimiento individual pero nunca nuestra existencia misma. Pablo Noriega, a partir de la irracionalidad de la existencia del mal en el mundo, define la necesidad de la ampliación de la realidad natural hacia la sobrenatural que la racionaliza con la inmortalidad personal junto a Dios. “La realidad de nuestro mundo (entendiendo por el mismo al mundo de la sensibilidad, al mundo científico y, quizá fundamentalmente, al mundo moral) es tal que nunca aparece suficientemente inteligible para nuestra conciencia. ( )
De manera eminente desde perspectivas morales, la realidad natural se nos presenta como un fenómeno irracional. Muchos de los trabajos de la filosofía contemporánea parecen haber olvidado la búsqueda de un objetivo fundamental y tradicional de la disciplina, cual es la totalización racional de la realidad, porque implícita o explícitamente, se han recluido en lo que se podría llamar mundanismo de lo dado, como si esto último se explicase a sí mismo, o también como si la búsqueda de alternativas totalizadoras, en cuanto que la mayoría de las veces lleva a la Metafísica, no fuera incumbencia de la Filosofía. Estas corrientes de la filosofía contemporánea están ejercitando posiciones mundanistas (por oposición a metafísicas) sin ocuparse del problema de la incompleción (acompañada por la falta de completitud de estas corrientes) de la realidad natural. El mal es tan esencial a la realidad como otras cosas y la comprensión de lo real exige tener en cuenta lo malo como parte suya.” En ‘La Peste’, a través de la crónica de una ciudad apestada se observa la ética por la que se perfila Camus, como vemos en el personaje Rieux, que aparece como ejemplo de la honestidad con uno mismo y la simpatía hacía los demás. Esta forma de afrontar el absurdo, se refleja en este médico por el mero hecho de realizar su oficio. Camus señala que no nos podemos resignar, sino que debemos rebelarnos contra el mal y luchar- en este caso- contra la propia peste. Así, otro de los personajes esenciales en la obra- Tarrou- que al final de la misma muere al contagiarse, en pleno auge de la plaga observa que se debe ‘agrupar a todos los que con buena voluntad quieran luchar contra el mal que nos hiere’. Rieux admite que esa lucha no puede ser individual, sino colectiva, porque es un problema que afecta todos sin reservas. Aunque noble, el comentario no es altruista porque esencialmente comprende a los afectados o directamente amenazados. Dice Pablo Noriega: “Desde nuestra posibilidad de pensar la realidad natural, ésta, aparece como irracional porque cuanto concebimos lo hacemos organizando a ésta como dividida en partes, cada una de las cuales sigue sus impulsos particulares (egoístas). Esto quiere decir que cuando concebimos lo real natural lo hacemos de tal manera que ello lleva consigo la irracionalidad moral (el mal) como un imperativo de su existencia. Dicho en otros términos, se enuncia que lo finito no puede obrar como santo, pues estando divido, cada parte persigue sus propios fines lo que constituye el centro de la irracionalidad de lo real. Ello quiere decir que las realidades finitas, cuando buscan sus fines (lo que constituye el fundamento de la dinámica de lo real), hacen de manera inevitable el mal. Es necesario ir más allá de las categorías de nuestra sensibilidad porque lo único que somos capaces de señalar es como debería ser esta realidad para que fuera racional, pero no que pueda serlo de hecho. El mal es tan esencial a la realidad natural como otras cosas y la comprensión de lo real exige tener en cuenta lo malo como parte suya. Por tanto, lo real natural es insuficiente desde el punto de vista de su racionalidad, dado que tiene irracionalidades imposibles de eliminar porque la racionalidad que opera en ello es asimismo insuficiente. Necesitamos concebir la existencia de alguna racionalidad distinta y superior a la nuestra (ampliación absoluta de la realidad natural). Dicho en otras palabras, lo que postulamos supone que la realidad es más racional si suponemos que a la vida natural le sigue otra vida, que si la pensamos como sin continuidad o si sólo suponemos lo real natural como encaminado- por su propia dinámica- a la felicidad. (Pag. 29) Consideramos la irracionalidad como un momento aparente en nuestro mundo moral y la racionalidad, como esencial, absoluta o como predicado último de lo real. Para la defensa de la existencia de una realidad sobrenatural, partimos de la constatación de que los seres naturales son tratados injustamente. Si tenemos en cuenta la responsabilidad de algunos componentes de la realidad. (al menos, nosotros los hombres) en el hecho, se hace necesaria esta ampliación. Consiste en pensar que las realidades que desaparecen del mundo natural han de tener un lugar donde puedan reactuar sobre el mismo según principios de igualdad. A esta nueva realidad la llamamos, siguiendo la tradición, Sobrenaturaleza.
( ) El ser existe y es pensado. Si es pensado ha de ser pensado como racional. Nosotros, las inteligencias finitas, no podemos pensarlo como racional. Luego ha de existir una inteligencia que piense racionalmente la realidad. Esa es la Inteligencia Suprafinita. El mal existe y es real. Ello hace irracional al mundo natural. La realidad no puede ser irracional. La Sobrenaturaleza con Inteligencia Suprafinita existe.”
El certero y extenso trabajo de Pablo Noriega puede leerse en la página web de Arbil.org (revista nro. 80).
( )
“Dios creó cosas que tienen libre albedrío. Eso significa criaturas que pueden actuar bien o mal. Algunos piensan que pueden imaginar una criatura libre, pero sin posibilidad de actuar mal; yo no puedo. Si algo tiene libertad para ser bueno, también la tiene para ser malo. Y el libre albedrío es lo que ha hecho posible el mal. ¿Por qué, entonces, les dio libre albedrío? Porque el libre albedrío, aunque hace posible el mal, es también lo único que hace posible cualquier amor o bondad o alegría dignos de tenerse… La felicidad que Dios destina para sus criaturas superiores es la felicidad de estar unidos a Él y entre sí libre y voluntariamente, en un éxtasis de amor y deleite comparado con el cual el más extático amor entre un hombre y una mujer en esta tierra es pura leche y agua. Y para eso tienen que ser libres [Mero Cristianismo].” “Es en Dios que se puede alcanzar la felicidad completa, cuando el hombre tome su cruz y se despoje de sus deseos egoístas, de manera que se de a Dios y a los otros a través de Dios y a causa de Dios. Para Lewis la felicidad no es la ausencia de lucha o dificultades, sino el sometimiento del ‘Yo’ a Dios. Así el problema no es tener placer de las cosas grandes o pequeñas dadas por Dios, sino el endiosamiento del placer. El ser humano se da cuenta de sí mismo y de Dios, y por ser Imago Dei se da cuenta del bien y del mal. Allí es que tiene que ejercer su voluntad y paradójicamente someterla a Dios. La libertad de elección entre el bien y el mal puede ser peligrosa, ya que el ser humano puede elegir el mal. Pero si Dios no hubiera permitido la libre elección, el amor no sería amor, puesto que el amor se debe ejercer en el campo de la libertad y no del automatismo. El ser humano en el mundo actual no puede ser feliz. C.S. Lewis plantea que si bien la felicidad nunca va a ser completa ni total en un mundo caído, el ser humano que ha aceptado la fe cristiana sí puede alcanzar cierto tipo de felicidad. ¿En qué consiste esta felicidad? Evidentemente no se trata de la eternidad instaurada en la tierra definitivamente, pues se hace contradictoria con la temporalidad y caducidad del mundo en que cree el cristianismo. La felicidad a la que se refiere Lewis es una felicidad que incluye al sufrimiento en sí misma, pues está limitada a la vida temporal, y al ser eminentemente subjetiva, se hace real dentro de la vida de seres pecadores. Lewis llama alegría al deleite que aún se puede sacar de una creación diseñada específicamente para que se goce de ella- pero que aun en el cristianismo- no permite llegar a un éxtasis subjetivo constante, pues esto ahora está prometido para eternidad. En cuanto a la alegría en la maldad, la alegría del hombre malo consiste en deleitarse en su propia maldad; es placer, pero no felicidad. Lewis piensa que el hombre que vive lejos de Dios no es feliz, sino que se encierra en su propio hedonismo, aunque al final llega incluso a odiar ese placer y a odiarse a sí mismo. Quien decide hacer mal está temporalmente satisfecho ya que está haciendo todo para engrandecer su propio ‘ Yo’, pero desde la mirada de la eternidad está acumulando sufrimiento para el Juicio Final. Lewis dice que es necesaria la Encarnación. La Encarnación no es un paso hacia la redención del hombre, sino un paso dentro del proceso de la redención; hace parte de ella: ‘Es como si algo que siempre está afectando a la totalidad de la masa humana comenzara, en un punto, a afectar a la totalidad de la masa humana de una nueva manera. De este punto, el efecto se esparce por toda la humanidad. Recae en gente que vivió antes de Cristo y también en los que vivieron después de él. Afecta a gente que nunca ha oído hablar de él’ [Mero cristianismo].”


Edited by chenter - 26/3/2014, 20:06
 
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