La educación sexual en las escuelas.
HÉCTOR AGUER Arzobispo de La Plata:
(Fuente: Revista Criterio.com.ar)
Cuando surgió la educación moderna en los siglos XVII y XVIII, la escuela se hizo cargo de tareas originalmente a cargo de la familia. Sin embargo, la cuestión de la sexualidad no se incluía entre los contenidos de la enseñanza. Era un asunto privado, casi íntimo de cada familia, no delegado a las instituciones educativas hasta tiempos recientes.
En 2006 se promulgó en la Argentina la Ley 26.150 de Educación Sexual, de aplicación en todas las escuelas, públicas y privadas. En 2007, los ministerios de Educación y de Salud editaron, con la colaboración de organismos nacionales e internacionales, el “Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH / SIDA”, de circulación restringida a adultos que forman a adultos, en regiones con alta incidencia de SIDA.
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, dio a conocer un mensaje muy crítico del que reproducimos algunos párrafos:
Se está difundiendo actualmente un documento de 302 páginas titulado “Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH / SIDA”. (…)
La ideología de género se expresa en este documento con el máximo rigor. (…) El propósito de modificar conductas tiene una meta privilegiada de carácter sanitario: prevenir la infección del virus de inmunodeficiencia humana y de otras enfermedades de transmisión sexual. Pero también es fuerte el acento sociológico-político, ya que en varias de las contribuciones recopiladas se enfoca la sexualidad desde la dialéctica del poder. La promoción del uso del preservativo es sólo el aspecto más superficial de esta propuesta (…); el designio profundo es la “desconstrucción” de una concepción de la sexualidad de acuerdo al orden natural y la tradición cristiana.
Desde el comienzo de esta publicación desigual y farragosa la sexualidad es presentada como una construcción histórica y sociocultural. Es lo propio de la ideología de género, según la cual lo masculino y lo femenino, el ser varón y el ser mujer, no surge de una diferencia biológica y mucho menos se identifica con ella, sino que procede de la evolución de la cultura y es, por lo tanto, cambiante. (…)
La brecha estipulada entre sexo y género explica también que, en la presentación de la sexualidad que se ofrece en el documento que comentamos, jamás se hable del amor. (…)
Bajo el amparo del género caben los diversos comportamientos sexuales: así se otorga carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes. (…)
Uno de los “materiales” incluidos en la recopilación es un artículo de la profesora Graciela Morgade, funcionaria del área educativa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. (…) Siguiendo a Jeffrey Weeks nos presenta como herederos de una tradición absolutista judeo-cristiana, articulada desde el siglo XVIII con la familia tradicional burguesa del capitalismo moderno. (…)
La inspiración neomarxista, que recuerda en cierta medida al feminismo libertario de Shulamith Firestone, se advierte en varios de los elementos que componen la recopilación de materiales. En ellos se subraya la interpretación de la sexualidad según la dialéctica del poder. (…)
La perspectiva de género se propone modificar los roles sexuales (…) se desconoce la vocación maternal que es propia de la condición femenina, de su genio, y que constituye su gracia peculiar; desprecia asimismo su lugar irreemplazable en la familia, en la familia sin más, según el orden natural, y no en cierto tipo de familia, como se dice con cierto dejo despectivo (…)
El “empoderamiento” de la mujer, como superación de las relaciones hegemónicas de poder, implica introducir la potencia destructiva de la dialéctica en el seno de la familia. Es el planteo habitual del feminismo extremo. El “enfoque de derechos”, como se lo llama, proclama para los niños y adolescentes el derecho al sexo como un derecho humano, y concretamente: a decidir tener o no tener relaciones sexuales, libres de todo tipo de coerción (…)
Ni amor, ni responsabilidad, ni matrimonio, ni familia como proyecto de vida. Se confiesa explícitamente que la educación sexual excluye la formación en las virtudes, el aprecio y respeto de los valores esenciales que constituyen a la persona en su auténtica perfección. Así se dice en un texto debido a Eleonora Faur: la educación en sexualidad es, en definitiva, un tipo de formación que busca transmitir
herramientas de cuidado antes que modelar comportamientos. En suma, por educación sexual se entiende la reivindicación del derecho a fornicar lo más temprano posible, y sin olvidar el condón. Se afirma expresamente que la Escuela debe orientar sobre el uso exclusivo del preservativo frente al VIH, (…) ¿No sería más eficaz la abstinencia de relaciones sexuales prematuras e irresponsables? (…)
Se avizora un peligroso avance totalitario sobre la libertad de conciencia (no se menciona para nada en el texto la posible objeción) y sobre la libertad de enseñar y aprender. (“Orientaciones oficiales sobre educación sexual”, mensaje, 27/7/09)………………………..
La Revista Criterio abrió un espacio para que los lectores, especialmente los padres de familia y los docentes, se informen de los distintos puntos de vista y envíen los suyos para enriquecer un debate que puede consultarse en
www.revistacriterio.com.ar/nota-tap...n-las-escuelas/Un lector cuestionó las palabras de Monseñor Aguer, acción que originó el envío del siguiente comentario nuestro:
Los principios en que se basa la tradición cristiana de ninguna manera están desfasados ni alejados de la Buena Noticia que nos trae Jesús.
Creyentes de distintas agrupaciones religiosas (ahora vemos que también algunos católicos), suponen al Reino de Dios como uno mundano, donde serían bendecidos con toda clase de bienes y apartados de toda privación.
El mensaje de Jesús ‘aplicado al terreno sexual’ no se refiere al amor incondicional como voluptuosidad que haya definido como el gozo de vivir. Los Evangelios- toda la Biblia- también nos hacen conocer la Ley de Dios (códigos de ética, pueden decir algunos). Otros imaginan el Reino de Dios como vida eterna en el mundo material. Por cierto, debemos cumplir un camino hasta la vida eterna. Cuando elegimos aceptar en nuestro espíritu el Reino de Dios, estamos en ese camino. En el Reino espiritual, que nos hace amar y llamar a nuestro prójimo para adorar al Padre. Es en Jesucristo que alcanzamos el verdadero Reino de Dios.
La finalidad del hombre, como ser con necesidad y capacidad de amar, es la Bienaventuranza en la Vida Eterna.
Es lo que enseña la Iglesia lejos de la interpretación sicologista que trata de hacerla aparecer pretendiendo regir las conciencias de los fieles mediante la represión sexual (¿cuál sería esta represión cuando la Iglesia Católica propicia el aumento de la natalidad?).
Tengamos presente que Dios con su palabra reprueba- sin lugar a dudas- las “diferencias” y “libertades” que tendenciosamente hoy los interesados presentan como una sana sexualidad.
Especialmente cuando se trata de menores, aun en su adolescencia, limitar la educación o información sobre sexualidad a la no discriminación de personas homosexuales, travestidas, etc. y a la prevención de embarazos no deseados, abortos, y enfermedades de transmisión sexual, es inmoral y reduccionista con un objetivo exclusivamente hedonista. A los católicos la lectura desprovista de prejuicios, del artículo de Monseñor Héctor Aguer, nos alerta sobre el avance de ideologías anticristianas, que pretenden imponer leyes con finalidad presuntamente educativa que constituyen parte del proyecto ideológico y cultural de transformación de la sociedad con su relativización moral.
La educación sexual en las escuelas.
GUSTAVO IRRAZÁBAL Teólogo moral:
(Fuente: Revista Criterio.com.ar)
Pensar que el Estado debería asumir la educación sexual sólo en los aspectos técnicos, los relativos a la salud, descargando en las comunidades éticas y religiosas la formación en los valores, sería un grave error. La sexualidad tiene una referencia insoslayable al bien común, una dimensión que no es privada sino pública, frente a la cual el Estado no puede mantener una actitud neutral.
Ello justifica que nuestras leyes hagan una opción de valor de carácter fundamental, privilegiando un modo de unión, la unión heterosexual estable, ya que ella por su propia naturaleza es apta para la formación de una familia, la procreación y la educación de los hijos. Esta unión es valorada y protegida de un modo especial porque es indispensable para la existencia de la sociedad. La ley no penaliza otras orientaciones sexuales, ni prohíbe otro tipo de uniones, y podría darles incluso algún grado de reconocimiento legal cuando medien razones de justicia. Pero no habría justificación jurídica alguna para la equiparación lisa y llana de las mismas con el matrimonio heterosexual. Renunciar a toda opción en este campo, a toda discriminación justa fundada en el bien común, equivaldría lisa y llanamente a la destrucción de la racionalidad pública en aras de un individualismo anárquico, que subordina el bien de la sociedad en su conjunto a las preferencias subjetivas. ¿Dónde estará entonces el límite de lo admisible?
Es una lástima que, en el reciente debate, la visión del bien común plasmada en los valores que animan nuestras leyes -y que siguen estando presentes en nuestra cultura- no haya recibido la justa atención. Ciertamente, las distintas comunidades religiosas, y la Iglesia entre ellas, deben evitar encerrarse en posiciones principistas que priven a los estudiantes de una información vital para conducirse en un ambiente hipersexualizado como el actual. Pero el Estado no puede declinar su deber de promover una educación en valores públicos comunes, en una sexualidad orientada al matrimonio y la familia, porque de lo contrario se estaría condenando a muchos jóvenes a aventurarse en el futuro sin otra referencia que el vaivén de sus propios deseos.
Nuestro comentario:
Sábado 14 de Noviembre de 2009.
En plena coincidencia con el sacerdote y teólogo moral Gustavo Irrazábal, y luego del fallo de una jueza ordenando al Registro Civil y Capacidad de las Personas “que celebre el matrimonio entre personas del mismo sexo”, envío este comentario que he publicado en diarios de edición digital.
Con el registro público de las uniones matrimoniales el Estado asume la protección integral de las parejas que se unen en matrimonio, tanto en el aspecto de la forma en que se celebran las nupcias, como en el de los derechos y deberes de orden personal y patrimonial que se originan en los contrayentes a partir de estas nupcias y respecto al conjunto de personas que como familias formen con sus eventuales hijos y personas con las que tengan parentesco consanguíneo o político. Además regula las relaciones paterno – filiales a partir de la filiación y de la adopción con la consiguiente patria potestad (de una clase del Dr. Fraga).
Especialmente en referencia a los hijos; el comportamiento de estos se ve influenciado por el entorno familiar, con sus experiencias y la conciencia de su identidad. Las creencias sobre el sexo son moldeadas inicialmente por el ejemplo familiar. En los niños que llegaran a integrar la organización familiar posible a partir de parejas homosexuales, lo más probable es que surgiera la desviación de conductas de género con decisiones que tendrían un fuerte impacto en su desarrollo sicológico e identidad sexual.
Debemos ser respetuosos de las conductas privadas cuando no afectan los derechos de otros, pero en el matrimonio heterosexual se funda la familia. ¿No es suficiente para quienes desean formar parejas homosexuales, la unión civil, asegurando sociedades patrimoniales y el reconocimiento de su relación afectiva? El Estado siempre podría intervenir en la manera en que el vínculo objeto de la unión civil se resolviera (p.ej. por fallecimiento) con las consiguientes consecuencias jurídicas.
■Debates para el diálogo: La educación sexual en las escuelas
Edited by chenter - 14/3/2010, 17:28